Retorno al futuro
Dices “educación” y enseguida te vienen a la cabeza otras palabras. Por ejemplo, “futuro”. Cualquier sociedad, en cualquier momento de la historia, se juega ahí el mañana, en las aulas. O "esperanza", pariente muy cercana de la espera de la felicidad que habita en el corazón de los jóvenes y de quienes los quieren: sus padres, profesores… En el fondo la educación existe para esto, para custodiar esa esperanza, para cultivar esa espera, es lo propio de su naturaleza. Pues bien, si hay un ámbito que la pandemia haya puesto en crisis especialmente ese es el educativo. Se ha visto sacudido, desconcertado, dividido entre la exigencia de proteger del virus a sus alumnos (y a sus familias) y la necesidad de no arrancarles de su mundo, de los vínculos –fundamentales– con sus compañeros y profesores. De aquello que existe precisamente para que puedan hacerse adultos, es decir, capaces de afrontar la realidad incluso cuando se presenta con el rostro inesperado de un drama global.
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