lunes, 14 de abril de 2008

Elecciones 2008

Lo más querido para nosotros

«La tarea inmediata de actuar en el ámbito político para construir un orden justo en la sociedad no corresponde a la Iglesia como tal, sino a los fieles laicos, que actúan como ciudadanos bajo su propia responsabilidad: se trata de una tarea de suma importancia, a la que los cristianos laicos están llamados a dedicarse con generosidad y valentía, iluminados por la fe y por el magisterio de la Iglesia, y animados por la caridad de Cristo» (Benedicto XVI).

1) Cada vez que se nos convoca a acudir a las urnas, como cristianos estamos llamados a dar razón de nuestra fe. Efectivamente, esto es lo que en última instancia está en juego en el modo en que contribuimos a la construcción de la sociedad.

Como nos enseñó don Giussani, frente a las cuestiones urgentes de la vida se ve lo que ama cada uno: «Si en primer plano está verdaderamente la fe, o hay otro tipo de preocupación; si esperamos en verdad todo del hecho de Cristo, o bien, si del hecho de Cristo esperamos lo que decidimos nosotros, haciendo de Él, en última instancia, punto de partida y pretexto para nuestros proyectos y programas», se ve con evidencia frente a la prueba, en el juicio y en la decisión.

Por eso, las elecciones representan para nosotros una ocasión educativa única, para verificar qué es lo que nos interesa verdaderamente y para desenmascarar la posible ambigüedad que está en la raíz de cada una de nuestras acciones.

2) A la política no le pedimos la salvación, no es de ella de quien la esperamos, para nosotros y para los demás. La tradición de la Iglesia siempre ha indicado dos criterios ideales para juzgar cada autoridad civil como también cada propuesta política:

a) la libertas Ecclesiae. Un poder que respete la libertad de un fenómeno tan sui generis como es la Iglesia es por ese mismo motivo un poder tolerante hacia cualquier otra agregación humana auténtica. El reconocimiento del papel público de la fe y la contribución que ésta puede dar al camino de los hombres es, por tanto, una garantía de libertad para todos, no solo para los cristianos.

b) el «bien común». Un poder que se concibe como servicio al pueblo se interesa por defender aquellas experiencias en las que el deseo del hombre y su responsabilidad – también a través de la construcción de obras sociales y económicas, según el principio de subsidiariedad – pueden crecer en función del bien común, sabiendo que ningún programa lo podrá realizar en términos definitivos, a causa del límite intrínseco de cada acción humana.

3) Por estas razones nosotros damos nuestra preferencia a quién impulsa una política y una organización del Estado que favorezcan esa “libertad” y ese “bien” y, por lo tanto, puedan sostener la esperanza del futuro, defendiendo la vida, la familia, la libertad de educar y de realizar obras que encarnen el deseo del hombre.

En particular, invitamos a mirar a algunos amigos que, a partir de su compromiso personal con la común experiencia cristiana, en estos años ya han demostrado perseguir una política al servicio del bien común, de la subsidiariedad y de la libertas Ecclesiae. Deseamos que puedan seguir documentando la novedad que ha tocado su vida, como la nuestra, para que en su acción se pueda ver de manera todavía más explícita el fruto de la educación recibida: una pasión por la libertad y por el bien vivida como caridad.

Comunión y Liberación


Abril de 2008

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