Esta semana he participado del concierto de la academia de música del colegio Santa Caterina Da Siena y del festival de ballet de cierre de año académico de N. Dikjuis.
Mientras me deleitaba con gozo por experimentar la belleza, por medio de la música y de toda la plástica, la armonía y perfección del ballet clásico y moderno, me parecieron claros algunos juicios:
1. Que la educación en este momento histórico no puede pretender arrancar de un discurso por los valores morales y de la urgencia de portarse bien, porque la mayoría no comprende qué relación tiene esto consigo mismo, con sus deseos más profundos y sobretodo no puede contrarrestar la avalancha de producciones cuya única referencia es el hombre considerado como un animal más, esclavo de sus instintos y reacciones circunstanciales.
2. Solo una educación que nos haga experimentar cuanto gozamos cuando percibimos la belleza, (generada con esfuerzo, tiempo y disciplina a través de por ej. el dominio de un instrumento o del propio cuerpo), nos hace capaces de darnos cuenta de que estamos hechos para lo grande, para lo infinito, para el Todo. Solo así es posible que nos interese el bien porque percibo que me corresponde más que el mal.
3. Estamos habituados a vivir de modo rastrero, en la inconsciencia "alegre" que tiene como ideal a la vedette, a la modelo o a las estrellas de Hollywood. Sólo un volver a contactar con nuestro yo verdadero a través del despertar estético puede devolver su estatura humana al hombre. De otro modo, seguiremos percibiendo el aumento de la decadencia de nuestra cultura, hecho que hoy se documenta con el auge de la delincuencia, el consumo de drogas y del sexo entendido como "actividad recreativa casual", con sus derivados como nuestros horrorosos programas televisivos nacionales.
Stella Olmedo
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