Se ha generado una gran espera por este gesto de paternidad del Santo Padre, Papa Francisco. Quisiéramos llegar al encuentro con él con una disposición adecuada para que este acontecimiento sea un punto firme en el camino personal y, Dios quiera, en el de nuestro querido Paraguay.
Rezamos al Espíritu, de forma personal y comunitaria, para que nos disponga para este gran evento y que cada uno pueda encontrarse en las mejores condiciones para acoger con sencillez lo que él quiera comunicarnos.
En la experiencia cristiana de nuestro carisma hemos sido educados para reconocer en la figura de Pedro el fundamento de nuestra fe. «El rostro de aquel hombre [Jesús] es hoy la unidad de los creyentes, Cuerpo misterioso, llamado también “pueblo de Dios”, cuya guía y garantía es una persona viva, el Obispo de Roma» (don Luigi Giussani). Nos alegra poder expresar al sucesor del Apóstol toda nuestra devoción y gratitud por cómo sostiene nuestra fe, cada día, con su continuo testimonio y su magisterio tan pertinente a los desafíos del presente también para nuestro país.
Sin su figura, en la que se manifiesta de modo eminente la sucesión apostólica, nuestra fe estaría abocada a sucumbir entre tantas interpretaciones del hecho cristiano que nacen del hombre. ¡Qué sencillez hace falta para reconocer y aceptar que la vida de cada uno de nosotros depende del vínculo con un hombre, en el que Cristo testimonia su perenne verdad en el hoy de cada momento histórico! ¡Y qué desproporcionado parece que todo encuentre su consistencia en el nexo con la fragilidad de una persona singular, elegida para esta misión! Sin embargo, muchos tenemos en nuestra experiencia la confirmación de que la vida florece en la medida en que lo seguimos.
Así lo testimonia la imponente figura de San Roque González de Santacruz, primer santo paraguayo cuya vida, obra y muerte se encuentran en las mismas raíces originarias y en la matriz en la que se engendra una nueva identidad cultural: nuestro ser paraguayo; identidad que se reafirmará en la magnífica experiencia de las Reducciones Jesuíticas, espectáculo para propios y extraños de cómo siguiendo la objetividad del camino cristiano, la fe se vuelve cultura y es posible una política, una sociedad, una economía al servicio del hombre real.
Necesitamos urgente volver a las raíces de nuestro ser Paraguayo, estamos seguros que el Papa en su infinita paternidad nos introducirá en ese Acontecimiento que cambia la vida y construye relaciones sociales, económicas y políticas más humanas.
Este es precisamente el mayor recurso para nuestra adhesión incondicional al Papa, que no puede más que expresarse en la petición sincera y humilde de seguirle con sencillez, precisamente porque estamos convencidos de que, siguiéndole a él, seguimos a Cristo.
Así, esperamos al Papa Francisco con el deseo de aprender del él cómo ser cristianos en un mundo en tan rápida transformación. Y estamos seguros de que el Papa nos ofrecerá claves de juicio, indicaciones y sugerencias para nuestro camino humano y para hacer presente en cualquier periferia –es decir, en todos los ámbitos de la vida– la fascinación por Cristo, su atractivo único, a través de la materialidad de nuestra existencia. «Cristo me atrae por entero, ¡tal es su hermosura!» (Jacopone da Todi).
Como él siempre pide en cada encuentro, seguimos rezando cada día por el Papa, según sus intenciones.
Comunión y Liberación - Paraguay
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