MANIFIESTO SOBRE EL BIEN COMÚN
Por otra parte, como nunca antes se lanzan a la arena política innumerables personalidades -por cierto, conocidas todas en su ámbito- del mundo artístico, de la farándula, del activismo social, del periodismo, etc. buscando -quizás-, volver a suscitar aquel interés que se encuentra aparentemente ausente o dormido.
En los últimos años, la política parece retroceder frente a la agresión y la omnipresencia de otras formas de poder, como la financiera y la mediática. Es necesario relanzar los derechos de la buena política, su independencia, su capacidad específica de servir al bien público, de actuar de tal manera que disminuya las desigualdades, promueva el bienestar de las familias con medidas concretas, proporcionar un marco sólido de derechos y deberes –equilibrar unos y otros– y hacerlos eficaces para todos.
Frente a este escenario, ¿qué busca cada ciudadano en el acto político, aunque no milite directamente en un partido o en una organización social o política? Persigue el bien común. Y no podemos negar que esta es una exigencia desde el mismo momento en que nos asociamos a otros hombres para levantar una obra. Decía el Papa en su discurso en la Plaza del Pueblo de Cesena, el pasado 1 de octubre: “esta armonización de deseos propios con los de la comunidad hace el bien común”. Pero, para alcanzar esta conciencia cada uno debe poner en juego su persona y no contentarse con “mirar desde el balcón”. Tampoco podemos pensar que esta tarea puede ser delegada.
Pedimos que se haga claro a los que nos gobernarán que el ejercicio de la autoridad tiene su culmen en el servicio a la comunidad. Al mismo tiempo, este servicio al bien común es responsabilidad de todos y nos toca a cada de uno de nosotros -sin excepción- vencer la tentación de la indiferencia, abriendo bien los ojos y el corazón para aprender a ver en el otro a una persona con dignidad y abriendo bien las manos para acercarse a ella con respeto y generosidad, venciendo nuestro egoísmo y nuestro miedo al compromiso; listos para reconocer que cada idea, por buena que sea, necesita ser verificada y remodelada confrontándola con la realidad.
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