lunes, 19 de diciembre de 2022

Manifiesto de Navidad 2022


Un detalle de “La Virgen de los peregrinos” de Caravaggio acompaña las palabras de don Giussani y el papa Francisco.


Para mí todo sucedió como la sorpresa de un «bello día», cuando un profesor del bachillerato –yo tenía 15 años– leyó y explicó la primera página del evangelio de san Juan. «El Verbo de Dios, o bien aquello en lo que todo consiste, se hizo carne», decía. «Por esto, la belleza se hizo carne, la bondad se hizo carne, la justicia se hizo carne, el amor, la vida, la verdad se han hecho carne: el ser no está en un más allá platónico, sino que se ha hecho carne, es uno entre nosotros». Y esto es todo. Porque mi vida desde muy joven ha estado literalmente impregnada de este hecho: ya sea como memoria que de forma persistente golpeaba mi pensamiento, ya sea como estímulo para una valoración nueva de la banalidad cotidiana. El instante, desde entonces, no fue ya una banalidad para mí. Cuando un «bello día» sucede e inesperadamente se ve algo hermoso, uno no puede dejar de contarlo al amigo cercano, no puede dejar de gritar: «¡Mirad allí!». De esta forma sucedió.

Luigi Giussani



De joven, con solo quince años, le había impresionado el descubrimiento del misterio de Cristo. Había intuido –no solo con la mente sino con el corazón– que Cristo es el centro unificador de toda la realidad, es la respuesta a todos los interrogantes humanos, es la realización de todo deseo de felicidad, de bien, de amor, de eternidad presente en el corazón humano. El estupor y la fascinación de este primer encuentro con Cristo ya no lo abandonarían. Como dijo en su funeral el entonces cardenal Ratzinger: «Don Giussani siempre tuvo la mirada de su vida y de su corazón dirigida hacia Cristo. Así, comprendió que el cristianismo no es un sistema intelectual, un conjunto de dogmas, un moralismo; que el cristianismo es un encuentro, una historia de amor, un acontecimiento». Aquí está la raíz de su carisma. Don Giussani atraía, convencía, convertía los corazones porque transmitía a los otros lo que llevaba dentro después de su experiencia fundamental: la pasión por el hombre y la pasión por Cristo como cumplimiento del hombre.

Papa Francisco





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