Benedicto XVI les ha hecho una confidencia a los jóvenes en el discurso que les ha dirigido en la Bahía de Sydney. Le daba aprensión el viaje de dos días a Australia, pero se ha quedado fascinado por lo que ha visto desde el avión, "el relampagueo del Mediterráneo, la exuberante selva de Asia, la inmensidad del Pacífico". El Papa se sorprende, "inmerso en tanta belleza". Sobre todo, de la maravilla de los hombres, que no se ven a 11.000 metros de altura. Pero "hay heridas que marcan la superficie de la tierra".
Su viaje se convierte en el viaje que todos hacemos en nuestra vida cuando afirma: "¿cómo es posible que lo que es bueno pueda aparecer amenazador?". La existencia, que parecía buena, de pronto se antoja una tomadura de pelo. "Las experiencias separadas de cualquier consideración sobre lo que es bueno o verdadero pueden llevar a la pérdida de la autoestima, e incluso a la desesperación", ha dicho el Papa de Roma en Oceanía.
¿El viaje está condenado al fracaso? ¿Somos puntos en un Universo de casualidades? "Queridos amigos -responde Benedicto XVI-, la vida no está gobernada por el azar, no es casual. Vuestra existencia ha sido querida por Dios". Y añade con una concreción que exige sencillez este Pedro alemán: "Cristo da todo".
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