Milán, 7 de febrero de 2018
Queridos amigos,
Como sabéis, el viernes 2 de febrero he tenido la alegría de ser recibido en audiencia privada por el papa Francisco. Mi deseo era compartir con él, como guía del pueblo cristiano, los pasos que hemos dado después de nuestro gran encuentro del 7 de marzo de 2015 en la Plaza de San Pedro.
1. Ante todo, le he contado el camino que estamos realizando para hacer cada vez más nuestro el carisma recibido de don Giussani. Todos recordaréis cómo nos reclamó el Papa a «mantener vivo el fuego» del carisma, a través de una personalización más profunda del mismo.
2. Además, le he agradecido nuevamente la carta sobre la pobreza al término del Jubileo de la Misericordia, que ha determinado el contenido de los últimos Ejercicios de la Fraternidad. En este sentido, he hecho referencia a algunas de las muchas iniciativas de respuesta a las necesidades de las personas –familias pobres, ancianos, inmigrantes, discapacitados, etc.–, que nacen en nuestro pueblo como fruto de la educación en la gratuidad que aprendemos a través del gesto de la caritativa.
3. En el marco de la preparación para el próximo Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, he descrito sintéticamente al Papa nuestro compromiso apasionado por su educación, un empeño que nace del deseo de responder a su necesidad de encontrar un camino para alcanzar la plenitud a la que aspiran, a veces de forma confusa, a veces secundando imágenes o persiguiendo intentos incapaces de satisfacer al corazón. He podido constatar cuánto desea el papa Francisco escuchar a todos los jóvenes, creyentes y no creyentes, indiferentes o en búsqueda; por eso –me ha dicho– ha decidido convocar en Roma a jóvenes de todo el mundo para un encuentro antes del Domingo de Ramos, para darse cuenta personalmente de todas sus preguntas, sus intereses, sus objeciones y sus preocupaciones. Os podéis imaginar mi alegría al poder compartir con él el camino que estamos recorriendo con los jóvenes, en el intento de ayudarles a reconquistar un afecto auténtico por sí mismos y a descubrir que Cristo está presente ahora: a través del encuentro con el fenómeno de una humanidad distinta que suscita estupor y adhesión, como nos dijo el Papa el 7 de marzo. ¡Qué responsabilidad he percibido ante esta tarea histórica que tenemos!
4. Por último, he hecho referencia a los muchos encuentros y conversaciones con personalidades pertenecientes a tradiciones culturales y religiosas distintas de la nuestra (del mundo laico, judíos, ortodoxos, protestantes, musulmanes, no creyentes, etc.), que han tenido lugar en estos últimos años en Italia y en el mundo, con el intento de secundar su invitación a estar «centrados en Cristo» para vivir como «Iglesia en salida».
Al preguntarle yo al final si tenía algo que decirme, porque no deseamos otra cosa que seguirle, el Papa me ha respondido: «Sólo quiero daros las gracias por todo lo que hacéis», exhortándome a seguir adelante. Es una invitación que he sentido como dirigida a mí y a cada uno de vosotros, para poder realizar las palabras de don Giussani: «Viviendo dentro de la comunidad eclesial [...] se llega a alcanzar esa certeza y claridad acerca de la verdad que el hombre necesita para afrontar la vida» (Por qué la Iglesia, Encuentro, Madrid 2014, pp. 239-240).
Al despedirse de mí, en la puerta a la biblioteca privada, me ha pedido que sigamos rezando por él. ¡Cómo no sentirnos apremiados ante una petición como esta! ¡Pidamos al Espíritu de Cristo resucitado que le ayude a llevar el peso de toda la Iglesia! Acojamos con toda la conciencia y el afecto de los que seamos capaces la invitación a pedirle al Señor que nunca le falte su gracia ante la tarea que le ha sido asignada de ser su testigo delante de todos los pueblos, como nos muestra cada día. A propósito de esto, aprovecho la ocasión para recomendar que acojáis la propuesta que el papa Francisco ha dirigido a todos al término del Ángelus del domingo pasado: «Frente al trágico prolongarse de situaciones de conflicto en distintas partes del mundo, invito a todos los fieles a una Jornada de oración y ayuno por la paz el próximo 23 de febrero, viernes de la Primera semana de Cuaresma. La ofreceremos en especial por las poblaciones de la República Democrática del Congo y de Sudán del Sur. Como en otras ocasiones parecidas, invito también a los hermanos y hermanas no católicos y no cristianos a que se unan a esta iniciativa en las formas que consideren más oportunas, pero todos juntos» (4 febrero 2018).
Con un afecto agradecido por cada uno de vosotros y cada vez más asombrado por el camino que estamos haciendo juntos,