domingo, 24 de diciembre de 2023

LOS JÓVENES Y LA NAVIDAD. UN IDEAL POR EL QUE APOSTAR

«Las cenizas de nuestros sueños son rescatadas por el único ideal que resiste el embate del mal y del tiempo: Dios mismo ha venido a nuestro encuentro». La carta de Davide Prosperi al Corriere della Sera

Davide Prosperi 24.12.2023




Hace poco tuve un diálogo con un grupo de estudiantes universitarios y lo primero que me preguntaron fue: «¿Cómo vivir una relación afectiva si todos somos mezquinos y nos traicionamos?». Los jóvenes sienten el peso de la responsabilidad del futuro de la sociedad, especialmente cuando se ven rodeados por hechos tan dramáticos como los que hemos visto este año: el terrible ataque del 7 de octubre, guerras que no cesan, brutales actos de violencia cometidos en nombre de un falso amor que en realidad es un abuso. Hay muchos análisis al respecto: a los jóvenes les cuesta comprender el mundo que les rodea, son más frágiles y tienen más dificultades para entender lo que quieren y quiénes quieren llegar a ser, prefieren vivir en el mundo virtual más que en el real, etcétera. No voy a juzgar el contenido de estas interpretaciones, pero tengo la impresión de que casi siempre se mira a las causas contingentes o a las consecuencias de su malestar. Rara vez alguien se interesa por su origen.

Don Giussani decía hace treinta años a un grupo de jóvenes: «Mientes cuando dices a tu novia “Te quiero” si no deseas que se afirme su destino». ¿Qué significa querer a alguien «por su destino»? Todos desean «querer», el deseo de felicidad de uno mismo y de quien tenemos al lado es propio de nuestra naturaleza. Sin embargo, muchas veces vence la frustración o el miedo a no ser capaces de mantener este deseo. Entonces, en el mejor de los casos, nos contentamos con lo que cada uno sea capaz de dar para que la vida resulte menos amarga. Pero a menudo eso acaba transformándose en voluntad de poseer al otro y por tanto en violencia. «No existe ningún ideal por el cual podamos sacrificarnos porque de todos conocemos la mentira, nosotros que no sabemos qué es la verdad». Estas palabras de André Malraux ofrecen un punto de fuga en este cortocircuito. Lo que parece que más falta hace hoy es un gran ideal por el que dar la vida. De otro modo sería inexplicable el temor de tantas parejas a tener hijos.

¿Pero cuándo es verdadero un ideal? ¿Y cuándo se acaba convirtiendo en sueño e ideología? ¿Tiene razón Malraux cuando dice que no sabemos qué es la verdad, o acaso ese deseo profundo, auténtico, de bien que habita en nuestro corazón no es el signo de que existe una verdad y de que la realidad no es un engaño ni un juego de interpretaciones? Educar a los jóvenes en una postura de espera, de apertura positiva hacia sí mismos y a la realidad, me parece que es el primer paso para ponerlos en condiciones de interceptar esas señales concretas que indican que no es todo una ilusión. Por supuesto, me doy cuenta –hablo como padre, profesor universitario y responsable de una realidad que congrega a muchos jóvenes– de que, para ser creíbles, los adultos debemos mantener ante todo esta postura: ¿qué puede esperar un joven si su padre o su madre, o sus profesores, viven sin esperar nada?

En el tiempo de Navidad esta espera se hace palpable. Hace dos mil años los pastores en Belén, y con ellos toda la humanidad, esperaban un cambio al que no sabían ponerle nombre. Justamente a esa espera viene a responder hoy el anuncio de la Navidad: «El destino del que yo nazco y al que tiendo, mi principio y mi fin, se ha convertido en Uno de nosotros. (…) Cristo es algo sin lo cual el hombre y la realidad entera desaparecen, quedando tan solo el breve impacto del instante –placer o dolor– que el tiempo convierte en cenizas» (don Giussani). Las cenizas de nuestros sueños son rescatadas por el único ideal que resiste el embate del mal y del tiempo: Dios mismo ha venido a nuestro encuentro. El destino ya no es esa ilusión imposible de que se cumplan nuestros sueños, tan volubles y precarios. El destino se ha hecho compañero de camino en una amistad donde siempre podemos verificar si el camino es verdadero y si es para nosotros. En este sentido, las palabras del Papa en la última Jornada Mundial de la Juventud reabren un horizonte ideal por el que verdaderamente merece la pena apostar: «A vosotros, jóvenes, que cultiváis sueños grandes pero a veces ofuscados por el temor de no verlos realizarse (…) Jesús os dice: ¡No tengáis miedo!».

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